Música Maestro – Homenaje a Picasso – Vallauris- Buitrago – XI – 2022
8 de octubre – 7 de noviembre 2022 | Salle Eden, Place de Libération, Vallauris
Las guitarras y flautas de Picasso no se callan, seguirán sonando a través de los siglos
Rafael Alberti, Picasso, El rayo que no cesa
Catalogue
Artistes
- Danielle Alliez
- Mireille Andelu
- Karyn Baron
- Marie Cagnasso
- Bénédicte Capdeville
- Dominique Cesaro
- Isabelle Fleury
- Marcel Giraud
- Marie Claude Kerrenneur
- Patricia Lefort
- Hend Mokrani
- Kyriaki Moustaki
- Régine Oger
- Jacqueline Piquer
- Isabelle Vigo
- Alberto Adsuar
- Elena Canencia
- Piedad Crespo
- Federico Eguía
- Amalia Forès Jackson
- Enrique Linaza
- María José Martín
- Jorge Pastor Melo
- Isabel Micaela
- Enrique Monreal
- Teresa Robleda
- Félix M. Téllez Sufrategui
- María Trillo
¿Una exposición de homenaje a Picasso bajo el signo de la música cuando se sabe que él no tocaba ningún instrumento, no sabía leer partituras y decía incluso que no le gustaba la música?
Esta última afirmación no deja de suscitar interrogantes frente a la omnipresencia de la música en su obra a lo largo de su vida, a través de su amistad con músicos y compositores de su
tiempo según los ambientes musicales que frecuenta, bohemios, tradicionales o vanguardistas. Esbozar retratos de guitarristas callejeros acompañando a bailaoras flamencas desde sus inicios en Barcelona, desmontar en tiempos del cubismo, la emblemática guitarra española como para imaginar mejor su sonido, participar en la aventura de los Ballets Russes con Satie, de Falla o Stravinsky o dedicar sus últimos cuadros de los años 70 a alboradas en las que músicos flautistas embelesan a sus musas con melodías ¿ acaso no era amar la música?
El lugar del mundo donde resultaría más difícil tomar esta afirmación al pie de la letra es, sin lugar a dudas, Vallauris. Allí, el tema no sorprenderá a nadie. Las fotos tomadas por Luc Fournol y André Villers en los años felices de la posguerra lo atestiguan: Picasso, radiante en medio de la charanga y de una multitud alegre, sopla una trompeta y toca címbalos con motivo de las fiestas del pueblo o de las corridas de toros organizadas para celebrar su octogésimo cumpleaños. Picasso amaba la música, y especialmente la energía de esas músicas callejeras ruidosas, que suenan en su honor en los momentos festivos, esas músicas que se viven y se comparten, como las de los cafés-cantantes, o el flamenco, más que las que se escuchan sentados
y en silencio en una sala de conciertos. Cuando se traslada a las orillas del Mediterráneo la música ocupa más que nunca un lugar destacado en su obra para celebrar al dios Pan: en Antibes y luego en Vallauris pinturas y cerámicas se pueblan de faunos traviesos que atraen a la comitiva dionisíaca al son de la flauta o de la flauta doble, invitando a ninfas, centauros, centauresas y bacantes a lanzarse al baile.
De hecho, lo que rechazaba el pintor al decir que no le gustaba la música era la frecuente asociación entre la pintura abstracta y la música, más que la música en sí. Al contrario, a Picasso le gusta mostrar música encarnada, que restituye momentos musicales vividos. y la figura del músico, que adquiere un significado diferente según las épocas, ocupa un lugar importante en su obra. El guitarrista ciego de la época azul, el Arlequín tocando la guitarra o los músicos bucólicos de la década de 1930, en tiempos de sus amores con Marie-Thérèse, pueden ser tomados como varios dobles del pintor, solitario, incomprendido o seductor alternativamente. En su pintura, “fanáticamente autobiográfica” según Kahnweiller, se identifica en sus últimos años con estos conmovedores flautistas o guitarristas, que desafían a la muerte que acecha, y tratan de mantenerla a raya embelesando a la mujer.
Para Picasso, la música habrá sido hasta el final una oda a la vida, que para él es la alegría de pintar: ¡música, maestro!
Madeleine Arias