En la mesa con Picasso – Homenaje a Picasso Vallauris Buitrago – IX – 2019

13 de Julio – 8 de Septiembre 2019 | Sala Municipal de exposiciones de Buitrago del Lozoya

Ya no puedo más de este milagro de no haber aprendido nada en este mundo sino a amar las cosas y a comérmelas vivas y escuchar su adiós.

Picasso, Escritos, 18 de abril de 1935

 

¡ Picasso nunca deja de sorprendernos !

El noveno homenaje que le dedica el Puente Amigos entre Vallauris y Buitrago, auspiciado por el Ayuntamiento de Buitrago y la Association Vallaurienne d’Expansion Céramique (A.V.E.C.) se centra este año en su iconografía culinaria, recurrente en todos los géneros de su creación plástica. A pesar de su conocida sobriedad a Picasso le fascinaba representar los alimentos, lo cual cobra especial importancia en su obra cerámica de « los años de Vallauris ». Es más, la comida en general desempeña un papel destacado en el imaginario del artista en cualquier etapa de su creación, incluso en los lienzos de sus últimos años de vida. Abunda también en sus escritos poéticos y en una de sus obras de teatro : El deseo atrapado por la cola en la que uno de los personajes es La Tarta y otro La Cebolla.

Sus naturalezas muertas, si no cuentan entre los cuadros más emblemáticos del artista, tienen especial relevancia porque dicen mucho de su peculiar mirada sobre las cosas más prosaicas de la vida diaria. Mientras otros pintores miran el mundo para representarlo Picasso conserva de por vida algo como una mirada caníbal. Evoca en sus escritos la relación que tiene con el mundo que le rodea : su disposición natural  y su capacidad inventiva le llevan a ansiar devorar el mundo, a desear adueñarse de cuanto hay en él, « tragándose vivas » las cosas, sean apetecibles o repugnantes, para hacerlas suyas. Metamorfoseándolas en el espacio de sus lienzos se convierte en el orgulloso demiurgo que les da una segunda vida.

Tétrica o alegre la mesa creativa de Picasso no establece jerarquías entre lo trivial y lo sublime, tiene mucho que ver con su estado de ánimo del momento. Esos bodegones son más bien como un diario íntimo donde laten  todas sus emociones,  incluso se pudo hablar de « naturalezas vivas ».

Así los puerros escuálidos o los tres pobres rábanos en la mesa de los bodegones del principio de los años cuarenta lo dicen todo de los tiempos de penurias bajo la Ocupación alemana. Cuando le invade la nostalgia de su estancia en Horta de Ebro, sueña con huevos fritos con morcilla y los plasma en la arcilla y cuando le pueden el sentido del humor y la guasa andaluza no duda en obsequiar con Toritos fritos al hijo de su amigo para el día de su santo. Y en tiempos de La alegría de vivir  en Antibes o en Vallauris, los erizos de mar, pulpos, sepias o lenguados resucitan con euforia lúdica en sus lienzos el paisaje mental de su infancia malagueña. Los platos, fuentes y cántaros se convierten de pronto para él en soportes privilegiados de bodegones que parecen convidarnos a sentarnos a la mesa a su lado.

¿ Cómo pudiéramos declinar una invitación a compartir las metamorfosis  culinarias en la  mesa opípara del artista y no desearle larga vida a este festín picassiano que, todos los veranos, aboliendo fronteras, hermana a Buitrago  con Vallauris ?