Después de Cerámicas,  Minotauros,  Faunos,  Abrazos, Carmen  y Arlequines estáis invitados a participar  a  la séptima exposción del Puente a través del tema de La Infancia, muy presente en la obra de Picasso,  central en su vida, en su forma de plantearse el acto de pintar y en su creación. 

Desde sus primeros  lienzos y en los distintos períodos de su pintura abundan los retratos de niños.  Primero pinta a sus hermanas, a los niños de la calle y, ya en París, a los niños acróbatas o arlequines desvalidos  del  circo Medrano de Montmartre. Después serán sus propios hijos, Paulo,  luego Maya con su muñeca, más tarde, por los años 50, Claude y Paloma aparecen en  numerosos  lienzos . También pinta a unos niños soñados ,  como la princesa Margarita  en las 56 variaciones en torno a Las Meninas de Velázquez.

La Infancia tiene que ver, de manera más general, con una efervescencia creativa  de niño prodigio que lo caracteriza. Ya se sabe  que, a los doce años su padre le entregó su paleta al comprobar que ya pintaba mejor que él,  y hasta el final de su vida siguió siendo este eterno niño prodigio para quien pintar era un  reto permanente que parecía lanzarse a sí mismo para llegar cada día más lejos en su cuestionamiento de la tradición pictórica.

Pero si Picasso conservó a lo largo de su vida esta energía creativa de la infancia le cupo luchar en contra de su prodigiosa facilidad para el dibujo académico para conseguir la espontaneidad del dibujo infantil. Al final de su vida se sentía orgulloso de asumir esa prodigiosa libertad del trazo y del color que son lo propio de la infancia y llegó a decir : « Nunca hice dibujos infantiles. A los doce años ya dibujaba como Rafael, me costó una vida entera  aprender a dibujar como un niño ».